Y no lo recordaría sino fuera porque sé que a partir de entonces empezó a dejarse caer en alguno de esos textos que van asentándose con el run-run de un tren. Son mis preferidos. Empiezas pero los abandonas por alguna conversación que te es imposible dejar de oír y en las que con el tiempo piensas que acabaste participando. Y no lo recordaría porque olvido las fechas con mucha facilidad pero faltaban tres días para que pudiera empezar a descubrirlo, para que en cambio, pudiera sorprenderle con mi facilidad para memorizar caras y asociarlas a un nombre.
Un día que reconoces como tuyo porque recuerdas la ropa que llevabas, el momento en qué os mirasteis por primera vez, la hora en qué cruzasteis la primera palabra, cómo habías llegado hasta allí y qué pasó el resto del día. Sin duda un día así tiene que pertenecer alguien… a nosotros. Un día que esperas con los nervios propios que tienden la alfombra roja para las grandes fechas. Y es que creo que el mejor regalo es recordarle que recordamos juntos, como nuestra película favorita pero sin pagar entrada, sólo cerrando los ojos y fundiéndonos en negro. A pesar de todo, después de tanto y aunque falten tres días…