10 marzo 2008

Indefensión aprendida.

Aquel perro fue atado con cadenas y metido en aquella jaula espantosa que le condenaba a puro experimento científico. Una vez dentro, se le proporcionaban una serie de descargas eléctricas para dejar claro que era el científico el que tenía el control. Después el procedimiento era diferente. En este caso la jaula tenía un lugar en el que no se proporcionaban descargas eléctricas y otro en el que sí, pero esta vez el animal era introducido en ella sin las cadenas. Lo que todos esperaban era que en el momento en que el perro recibiera la descarga actuaría, moviéndose hacia el lugar en el que quedaba libre de torturas. Pero todos fallaron. Era demasiado tarde para esperar cualquier reacción porque aquél animal había aprendido que no podía hacer nada para evitar las descargas, debía soportar y aceptar. Es lo que el psicólogo denominó Indefensión aprendida. No se trata de un comportamiento exclusivo de la especie perruna sino que lamentablemente, es la patología más común de las nuevas sociedades avanzadas. Aceptamos con resignación las imposiciones que nos llegan desde arriba con la convicción de que "es lo mejor que podemos hacer". No somos conscientes, lo que nos hace más difícil poder actuar. Nos convierten en marionetas que no cuestionan, que asumen y digieren. Que van a lo seguro y que cada vez tienen menos ganas de arriesgar, de confiar en los demás y de apostar por los pequeños grandes cambios. Lo peor, qué ya no recuerdan cómo se hacía. Perdieron la ilusión de que es posible cambiar las cosas por el camino de la vida monótona y sin sobresaltos que garantiza el máximo bienestar con el máximo beneficio. De máximos va la cosa y cómo no podía ser diferente, las recientes elecciones así lo demostraron. Ya no hay lugar para los pequeños detalles, para las propuestas humildes que se preocupan de los verdaderos problemas. Preocupaciones de todos los que no tienen una vida tan fácil pero que todavía no quieren aceptar que no hay nada por cambiar. Porque lo hay, y debería ser posible. Unos cientos de miles ilusos que desde ayer han pasado al cuarto oscuro del Congreso porque en la nueva política al igual que en la vida, lo que cuenta es destacar y en abundancia, por encima de todos los demás. Y en este momento de máximos, de útiles y de masas las pequeñas opciones que en su día gozaron de la confianza de muchos, hoy ya no tienen su lugar, se les escapó de entre las manos antes de que pudieran darse cuenta.

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