17 junio 2008

Antes de ponerle un nombre.

Me volví hacia atrás para recordar el camino y quizá olvidé apretar el hilo que me ataba a tu muñeca. Se soltó sin darme cuenta, la brisa del miedo lo desató sin que pudiera cogerlo al vuelo.

Y vuelta a los fondos del baúl, sin trampolines de colores ni escaleras de emergencia, sin esa mano que me dio impulso sentándome a la mesa de la locura. Sin caricias de primer plato ni abrazos especialidad de la casa, utilizando la complicidad para limpiarnos las nostalgias recientes, rellenando la copa de mis recuerdos antes de terminarme el último sorbo.

Y busqué el hilo debajo de la mesa por si cayó mientras reíamos, para atarme sin mirar atrás, pero lo convertiste en invisible. Y mientras me sacudía las dudas, aprovechaste para desaparecer entre pasos silenciosos, dejándome el salón cargado de promesas que se esfumaron con el olor de tus colillas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A la mierda las colillas y los hilos y la madre que parió a los flipados y a las pinkys.

pd. oye, ¿esas cosas las escribes tú o las sacas de la RAE? a ver si vas a ser otra gafipasti que te crió eh... que no me entere yo!!

bso.