24 junio 2008

De verbena sin hoguera.

Intenté creerme que era una noche más pero cada vez que conseguía acercarme a la idea, el pum de algún petardo que sentía justo a mi lado me chafaba el plan. Y ahora pam y otra vez pum, y así toda la noche. Entre pums y pams, y pams y pums y encima sin hoguera donde arrojar todo lo gris, que sin consultarme, teñía el inicio de mi verano. Los recuerdos se consumían demasiado rápido, convirtiéndose en cenizas en cuanto me daba la vuelta y no encontré las brasas ni las miradas enamoradas que volvieran a avivar el fuego, mi fogata, nuestra hoguera. No dediqué la noche a otra cosa qué a buscarlas. Por todos los cajones, debajo de la cama aún a riesgo de encontrarme con todos los fantasmas del pasado, incluso miré dentro de algún zapato cerrado de los que ya había guardado. Ni rastro de tus miradas, así que abandoné de inmediato la idea de reencontrarme con tus palabras en una noche como ésta. De siempre habían sido mucho más difíciles de encontrar que tus miradas. Y no sé el porqué pero esta noche la casa estaba especialmente desierta, de miradas y palabras, de lo realmente importante.

Y un San Juan sin hoguera... ni es San Juan ni es nada. Así que no pude deshacerme de tus promesas para que las consumiera el fuego, ni saltar por encima de ellas aún a riesgo de quemarme. Era lo único de lo que podía o quería desprenderme y ni con ésas lo hice. No comí coca ni brindé con cava. Además había dejado que mi mecha se consumiera demasiado rápido y ahora no tenía con que hacer pum y luego pam. Pero en la tienda no me dijeron que la ilusión y las ganas de compartir prendieran con más facilidad que otros explosivos. Nadie me dijo nada y claro, sin repuesto, no me alcanzaron hasta San Juan.

Seguro que en una de esas playas que mañana se convertirán en campos minados de botellas, basura y algún que otro entregado a la noche mágica, seguro que allí prendieron las hogueras, donde poder quemar promesas que se esfuman, y habría mechas de ilusión y esperanza, incluso coca y cava. Esas playas que tienen pinta de tener todo lo que yo hoy necesitaba, hasta miradas y palabras de las que no encontré en mis cajones. Pero yo preferí esperar en casa, por si San Juan llamaba a mi puerta y al abrir, tú le seguías detrás. Pero claro, sin coca ni cava ni hoguera, San Juan no quiso saber nada de mí. Y sin él, no hay tú ni una playa de ésas a la que hubiera llegado de tu mano, porque en una noche como ésta no se me ocurre otra forma de llegar. Apoyándome en tu brazo mientras encojo una pierna para deshacerme primero de una sandalía, y después de la otra, cogiéndolas de las tiras de atrás para que cuelguen de mi mano con ese balanceo de cuando todo va bien. Y después de localizar a la luna que hoy está especialmente encogida ante tantas miradas, hubiéramos alzado la vista buscando algún hueco libre, llegando de tu mano hasta la orilla, dejando todo atrás. Como si yo nunca hubiera estado buscando miradas y como si nunca hubiera deseado quemar tus promesas, deseándoles una feliz noche a esos labios que se acercarían a besarme.

Quizá para el próximo San Juan... pueda calentarme con el fuego de alguna hoguera de verdad y puede que algún petardo que escuche lejano me deje una pequeña señal en la pierna izquierda, de recuerdo. Quizá para el próximo San Juan... estrene vestido y seas tú quien desabroche mis sandalías para hacer el camino hasta la orilla descalza. Quizá el próximo veintitrés de junio sea mágico de veras, coma coca y brinde con cava, aunque no me guste. Quizá para el próximo...

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Sabes que bien podría haber escrito yo este texto. Y eso es lo que más me gusta de leerte... saber que hay alguien que piensa y siente igual que yo. Es como tranquilizador, ¿no?

Quizá el año que viene, Mar.

Anónimo dijo...

Tienes razón. Al final lo único que hacemos es buscar culpables. Encontrar señales como excusa para darle coba a esos miedos con sabor a recuerdo. Que no hay mezcla más explosiva que ésa, por otra parte. Y sí, nos debemos el regalo de los cafeses o los nestises… y cuando quieras aquí te espero. Con un par de orejas, un par de ojos y una boca sellada de consejos hasta que llegue mi turno de contar. Más empatía que otra cosa… y muchas horas.

¿No te parece que es más cercano cuando me llamas Jenni?

Y ten cuidado que ahora Sergio te utiliza como cómplice, o rehén. jajaja.

Un beso, preciosa.

Anónimo dijo...

La verdad es que a mí Jenni no me gusta demasiado. Los Morancos le hicieron demasiado daño al nombre. Aún así… es cierto que mi gente, la más cercana, me sigue llamando así. Por supuesto que no me importa ni me molesta… llámame como quieras: Jenn, Jennifer, Jenni, Fusa. Te acepto hasta Sofía o Mariana, jaja. Ahora me bajaré esa canción que me dices, si ésa es tu conclusión rocambolesca, seguramente la letra valga la pena. Cuántos descubrimientos me trae el descubrirte, Mar. De verdad que sigo diciendo en voz alta, de vez en cuando: Quién nos lo iba a decir. Estoy de acuerdo contigo… no son más que autoconvencimientos de lo políticamente correcto, que no suele ser lo que de verdad queremos. ¿Has visto Los puentes de Madison? Ay… un Nestea con toque de limón, por favor.
Pásalo bien, preciosa.

My dijo...

¿y esperarás un año de verdad?
hay fuegos que queman más que los que arden en las hogueras..

un beso niña.. me recuerdas tanto a amelie..

Anónimo dijo...

http://es.noticias.yahoo.com/afp/20080623/ttc-australia-gb-subastas-0de2eff.html
Verás cuando llegue San Juan y sólo tenga su cartera y su pasaporte...

Anónimo dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con tu interpretación de la canción. Bueno, estamos, que, como casi siempre, puedo hablar por los dos.

Solemos identificar la felicidad con una serie de cosas... arcoiris, florecitas y violines. Y todo lo que sale de esos cánones de felicidad, no sirve. Peeeeeero... los hay con suerte que son felices de una forma especial, diferente y única.

El día que yo fui feliz no había nada... sólo dos cuerpos. Y como nadie me avisó, no me di cuenta y me dormí.

Anónimo dijo...

Ya me tienes de vuelta Mar. Je, je, je. Muchas gracias por pasarte por el homenaje y genial tu crónica de la noche de San Juan. Siento los percances. Un beso fuerte.

Unknown dijo...

Como siempre, tu prosa es un viaje, esta vez me he acordado de Jaime Sabines:

En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego.

Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.

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PD. el lugar mas seguro que recuerdo sin estar conciente es el utero de mi madre, pero algun dia viajare a tu lugar, lo prometo.