21 junio 2008

Desengaños del sábado noche.

Y otro sábado más la encontré plantada delante del armario. Hablaba sola y sonreía como hacía semanas que no lo hacía. Ni siquiera se dio cuenta que llevábamos tiempo observándola, sino seguro que nos hubiera echado a patadas de su cuarto. Era como un templo sagrado con contraseña para entrar, más o menos. Pero aquella tarde parecía diferente, así que probé suerte con un tímido hola que quedó engullido por el volumen con el que bailaba su canción favorita. Bruno me seguía con la mirada agachada. Los dos sabíamos que cualquier paso en falso podría suponer una huida a marchas forzadas.

Aparté con cuidado la ropa tirada encima de la cama y me senté entre sus vaqueros negros y el vestido verde que tanto le gustaba. Para hoy había elegido el morado que compramos con mamá. Tocaba ir de princesa rockera y ahí estaba mi hermana: cola de caballo, raya negra y chupa de cuero en mano. Dispuesta a sentirse la reina de la noche aunque sólo fuera por unas horas. Como Cenicienta, la niña que salía en mi cuento de por las noches. Sólo que en el caso de Marisa, el cuento acababa siempre con lágrimas y los domingos se convertían en continuos viajes a su habitación intentando que comiera algo. Yo pensé muchas veces que quizá lo que esperaba mi hermana era que vinieran a recogerla en carroza, de calabaza como tiene que ser y no con esas motos que rugían como si estuvieran enfadadas. No podía ser tan difícil encontrar una y a falta de hada madrina, yo tendría que encargarme de todo. Necesitábamos con urgencia un baúl para los zapatos extraviados en el que poder buscar los domingos por la mañana. Igual así conseguíamos que dejara de llorar.

Desde que empezó a llamarme enana las cosas habían cambiado mucho y yo no entendía absolutamente nada. Sin embargo parecía que todos conocían el final del cuento de los sábados porque desde hacía un tiempo, los fines de semana sólo desayunábamos churros con chocolate, comíamos macarrones y cenábamos pizza, por si acaso, supongo. Por si acaso el príncipe se convertía en rana antes de las doce o por si acaso se acaban las perdices felices. Marcos que era informático (por lo que había oído contarle a su amiga Elena) era el afortunado de esta noche y por lo poco que me había dejado escuchar, era definitivo. No sé exactamente que debe significar eso de definitivo pero tiene que ser algo buenísimo porque lo mismo le oí decir todos los otros sábados. Pablo, el vecino del primero, era genial porque siempre me traía caramelos. Luego vino Fernando con el que me lo pasaba bien jugando a basket pero me cansaba porque no paraba de darme volteretas. También me caía bien aquél que siempre comía chicle y llevaba un pinchito muy simpático en la ceja, y aquel otro… el que nunca supe pronunciar su nombre.

Bruno me tiró del pantalón del pijama reclamándome su cena, así que me despedí de mi hermana con un “estás guapísima” y me marché a la cocina pensando en las ganas que tenía que papá montara la piscina en el jardín y en lo aburrido que debía ser hacerse mayor.

12 comentarios:

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Pues eso: desengaños. Se nos llena la mochila cuando crecemos.

Anónimo dijo...

Estoy visitando a seguidores de Ismael Serrano, porque le hice un homenaje en mi blog. Así que si quieres participar, será un honor invitarte.
No te desengañes, todavía eres muy joven. Así que a seguir en la lucha.
Un abrazo y enhorabuena por el blog, compañera, es una pasada.
Hasta pronto.

Paco Piniella dijo...

Tu blog es sensible y rebosa de ganas de provocar para hacernos ver las cosas importantes de la vida.
Salud compi blogera, y recuerda que las mejores canciones son las de desamor.

Anónimo dijo...

Buen blog, si señor.
Crecer es una (pu)tada que se le va a hacer...
1besito

Unknown dijo...

Crecer sucede en un segundo, y duele sin duda.

Pero recordar cuando cualquier cosa te hacia feliz sirve de oxigeno para nuestro corrupto desarrollo.

Un saludo desde Mexico, y felicidades por tu espacio.

eva lluvia dijo...

Muchas Gracias por tus palabras en mi blog, mar...

He estado leyendo algunos post y tus relatos son muy bonitos...me encantó "Antes de ponerle un nombre"

un beso!

Anónimo dijo...

Éste, sin duda, es mi texto favorito de todos los que te he leído, Mar. Me ha encantado Marisa y tu forma de contarlo. Genial, en serio.

Anónimo dijo...

Si tú le mandas la frase sentenciosa [con el correspondiente "corta, pega y colorea"], yo le mando [a ella] otra frase sentenciosa. Y lo firmo y lo cumplo, je.

bsito!

pd. Tengo un pueblo nuevo... se llama Triskelfields, en honor a una pinky.

Anónimo dijo...

Tú o nadie tiene grandes dosis de Quique. Voy a ardeeeer contiiigo, voy a enloqueceeer. Túuuuuuuuuuuu o naaadie enciende el fuego de mi voz, dispara en medio de mi corazón.

Además cuando dice luces de neón me recuerda a una canción de Quique... y ahora no me acuerdo de cuál.

La calle sabe de lo nuestro antes que tú y yooooo.

Anónimo dijo...

¿Estás en Galicia? Fíjate que he pasado por tu calle y he mirado a ver si te veía y podía acompañarme de tus historias en una noche tan... tan así como hoy.

Me desharía de las cosas que no me gustan si atinara a saber cuáles son...

Un abrazo, Mar.

Por cierto, la canción es de David Civera.

Anónimo dijo...

Ah, ¿vives en Viladecans? No lo sabía. Ya decía yo que últimamente no te veía... aunque tampoco veo a tu primo. Parece que no viva aquí, yo. No veo nunca a nadie... y a veces me gusta, otras veces no.

Yo hace un rato que he llegado. Este calor así de repente me está matando. Tendré que dormirme entre ruido y porqués, qué remedio. Ojalá estuviéramos en Galicia... con todas esas estrellas que se ven tan bien, con ese olor tan de norte, con brujas...

Anónimo dijo...

Sí. Yo cuando he pasado por tu calle mirando de reojo también me he puesto a pensar en la de veces que nos hemos encontrado allí... y en lo que hubiera dado por encontrarte hoy. Hay días en los que me gustaría volver a ser aquella niña y tener aquella sonrisa que recuerdas (yo también recuerdo la tuya, siempre a tiempo, siempre dulce). Otras veces me quedo con mi vida de ahora... con los después de y todas esas hojas que traigo arrastradas.

Entonces no imaginamos que dentro de unos años acabaríamos encontrándonos de casualidad por aquí y revolviéndonos con las mismas canciones, compartiendo palabras que se leen entre líneas y haciendo la noche de San Juan menos triste con palabras escritas.

Por estas pequeñas cosas la vida vale la pena. Y sí, sí te tendré en cuenta lo que me escribas... estos rollos son geniales.

Un beso, bonita. Que descanses tú también.